martes, 10 de febrero de 2009

Muerte


Sentí el brazo de la muerte
que me robaba la vida,
sentí mis ojos cerrarse
y perderse mi alegría.
Presentí que terminaba
lo que aún no había empezado,
sabía que me moría
y no podía evitarlo.
Que triste es no poder decir
"eso ya lo haré mañana"
cuando sabes que tu vida
quizás esté ya apagada.
Que no puedas hacer planes
porque te sientes hundida,
que sepas que hay que luchar
para seguir con tu vida.
En aquelos días grises
llenos de rabia y dolor,
sólo pensaba en mi hijo
para infundirme valor.
Lo veía tan pequeñito,
tan falto aún de calor,
que no quería alejarme
sin entregarle mi amor.
Era un día y otro día
en la misma habitación,
ya no creía en milagros
le echaba la culpa a Dios.
No podía castigarme
de la noche a la mañana
y de un zarpazo quitarme
todo lo que yo adoraba.
Pudo quitarme mis piernas
y casi mi cuerpo entero,
pero nunca dejaría
de luchar por lo que quiero.
Luchar, que se dice pronto,
cómo si nada pasara,
fingiendo que no hay dolor
cuando te pisan el alma.
Cuando cuesta levantarse
del sitio donde has caído,
cuando lloras por las noches
porque te sientes hundido.
Y encontrarte una mañana
que has adelantado un poco,
que quizás salves tu vida
si te esfuerzas otro poco.
He logrado muy despacio
empezar a caminar,
me siento de pronto algo
pues he empezado a sanar.

No hay comentarios: